Desaprender es la tarea: el trabajo con varones que ejercen violencia hacia las mujeres

Desde febrero, el equipo interdisciplinario de la ONG Generación Igualdad inició, en la Unidad Penal 6 de Dolores, el primer proyecto de investigación en territorio bonaerense con varones en contexto de encierro condenados por femicidios y otros delitos vinculados con las violencias por motivos de género. ¿Puede prevenirse un femicidio? ¿Se pueden prevenir las violencias? Con esas preguntas como guía, buscan generar herramientas concretas que den lugar a diferentes tipos de abordajes.

¿Puede prevenirse un femicidio? ¿Es posible que el trabajo con varones que ejercen violencia hacia las mujeres sea una respuesta a explorar como alternativa? En el primer cuatrimestre de este año, según el relevamiento que realiza el Observatorio de Femicidios en Argentina «Adriana Marisel Zambrano», que coordina la Asociación Civil La Casa del Encuentro, se registró casi un femicidio por día: entre el 1 de enero y el 30 de abril, hubo al menos 113 femicidios y trans-travesticidios, de los cuales el 65% tuvo lugar en el hogar de la víctima. El 58% fue asesinada por su pareja o expareja y, a su vez, 26 de ellas habían realizado una denuncia contra sus agresores, mientras que 4 femicidas tenían dictada una medida cautelar de prevención.

Generación Igualdad es una ONG conformada por un equipo técnico de profesionales que nos dedicamos al trabajo de asesoramiento, capacitación e investigación en estudios de género y abordaje de las violencias. Desde hace ya varios años vemos que, con el transcurrir del tiempo, se lucha y se conquistan derechos pero pareciera ser que, en lo atinente a las violencias hacia las mujeres, el esfuerzo nunca es suficiente. El sentimiento común para quienes trabajamos en territorio no es otro que la frustración: nos encontramos con una sensación de repetición permanente. Frente a cada 8 de marzo, o cuando sucede un caso que despierta la conciencia social y colectiva, somxs muchxs los profesionales y especialistas en distintas áreas convocadxs por medios de comunicación e instituciones para comentar, opinar, describir y así llevar luz sobre el tema desde el discurso académico que intenta, de alguna manera, explicar el acontecimiento de turno. En ese sentido, el Estado también saca a relucir lo que hace en relación al tema y actualiza algunas acciones llevadas a cabo. Pero luego entramos en una aparente «calma» -como la fase del ciclo de la violencia conceptualizado por Leonore Walker- hasta que algún nuevo caso, por lo aberrante, o por la trascendencia mediática, vuelve a convocar toda nuestra atención.

Realmente nos preocupa la situación actual. Necesitamos respuestas y consideramos que un punto de inicio en esta búsqueda podría estar en quienes encarnan estos hechos de violencia. Por eso, en febrero, dimos inicio a una investigación sobre el femicidio y las violencias extremas hacia la mujer que se está desarrollando en la Unidad Penal 6 de Dolores, en la provincia de Buenos Aires. Las estadísticas, acompañadas de nuestra realidad social, indicarían que la disminución de casos no representa una posibilidad próxima o tangible. A pesar de la visibilización de las violencias y la cantidad de organismos existentes para abordarla, los números de femicidios siguen sin descender y aún no resultan suficientes los canales y las estrategias para su prevención. Entonces, la cuestión a develar es ¿cómo prevenimos efectivamente un femicidio? E, incluso, deberíamos anticiparnos y preguntarnos si acaso eso es posible, y si se podrían prevenir las violencias.

Con fundamento en nuestro trabajo diario en el abordaje integral de las violencias con dispositivos para hombres que las ejercieron, creemos que se puede y parte de la base de la investigación que estamos desarrollando está orientada a encontrar respuestas más cercanas a esos interrogantes. En esta búsqueda, nos interesa indagar en la antesala del femicidio y en la configuración de esas escenas.

Cambiar el foco

A partir de nuestra experiencia, creemos que el primer paso para la prevención debería ser contar, en todo el territorio argentino, con espacios especializados en el abordaje integral con varones que ejercieron violencias a partir de dispositivos grupales: son ellos quienes frecuentemente inician el ciclo de la violencia y lo reproducen; son ellos quienes más reinciden en estos tipos de actos y también quienes, una vez finalizado el vínculo, vuelven a conformar otro con una nueva pareja y a repetir sus mecanismos vinculares. Esto es muy visible en localidades pequeñas.

Desde nuestro trabajo de campo, hemos desarrollado encuestas con equipos técnicos de profesionales que se dedican al abordaje integral en dispositivos grupales con hombres que ejercen o ejercieron violencias, a partir de derivaciones de la Justicia civil y penal, y voluntarios sin denuncias. De nuestra investigación/encuesta a 55 profesionales que trabajan en territorio bonaerense, surge solo un caso de un varón que haya pasado por esos dispositivos y luego cometiera un femicidio.

Esto nos lleva a pensar distintas cuestiones, algunas aún a modo de hipótesis:

  • La necesidad obligatoria de contar con dispositivos para varones que ejercen violencias teniendo como fin el trabajo preventivo. Las estadísticas de cada dispositivo demuestran que hay un gran porcentaje “permeable” a ser abordado en estos espacios.
  • Que los varones que llegan a cometer femicidios, si son denunciados, estarían dentro del porcentaje de los que no se presentan en estos dispositivos (que es alto).
  • Gran parte los femicidas no tienen denuncias previas, por ende, rara vez llegan a ser derivados a dispositivos grupales o a iniciar algún tipo de tratamiento. Tampoco consultan espontáneamente.

Del Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina (RNFJA) de 2021, dado a conocer la semana pasada, surge que de los 231 femicidios cometidos ese año, a los que se sumaron otros 20 femicidios vinculados, al menos 42 mujeres habían denunciado alguna vez y 22 tenían medidas de protección vigentes. Es decir que 189 nunca llegaron a denunciar a la persona que luego las mataría.

Consideramos que, si los equipos técnicos que están a diario en el abordaje integral y la prevención de violencias, trabajando con las mujeres que son víctimas y los hombres que la ejercen, se enfocan prioritariamente en casos judicializados, estaríamos desviando el foco del lugar para la intervención.

Ante esto, nos encaminamos a entrevistar hombres condenados por delitos de violencia por motivos de género y/o femicidio, alojados en la Unidad 6 de Dolores, perteneciente al Servicio Penitenciario Bonaerense, institución con la que se articuló el proyecto de investigación. Los primeros contactos los hicimos a finales de 2019, con la intención de comenzar a trabajar en marzo de 2020, pero ante el inicio de la pandemia de COVID-19 y la cuarentena obligatoria, se paralizaron las entrevistas. Por eso, recién pudimos retomar la investigación en febrero de este año. En principio, cuando iniciamos el proyecto antes de la emergencia sanitaria, en dicha unidad había una población considerable de varones condenados por femicidio. Cuando reiniciamos el trabajo de campo, la muestra había sido reducida notoriamente, por lo que se amplió también a hombres detenidos por delitos de violencia de género.

En esta etapa, nos encontramos revisando la población dispuesta a ser parte del proceso de investigación. Hasta el momento se realizaron entrevistas de consentimiento informado. Del total de entrevistados, la mitad aceptó ser parte. En este sentido, muchos priorizan otras actividades que tienen dentro del penal (escuela, deportes, trabajos), y otros simplemente se negaron por no querer hablar “del pasado”. Asimismo, debido a los movimientos propios de la institución, la muestra sigue abierta, y se pueden dar nuevos ingresos. En principio, nos veremos en el reto de bucear entre las trincheras legales, subjetivas, la vida carcelaria, la condena social, la soledad, la estructura psicológica, la familia, y el enfrentar las condenas.

De las entrevistas con el director del penal, Emilio Lupo, surge que no existe este tipo de trabajo en la provincia de Buenos Aires. Es decir que es un estudio inédito dentro del Servicio Penitenciario y fue recibido con muy buenas expectativas. A su vez, esto permitió que puertas adentro de la institución se piensen nuevos espacios y dispositivos para trabajar con esta población carcelaria al concluir los procesos de entrevistas, como pueden ser espacios grupales psico-socio educativos. La intención es, una vez finalizada la investigación, analizar y proyectar ideas y encuentros que permitan su continuidad y la réplica en otros establecimientos de la Provincia.

Dónde estamos y hacia dónde vamos

El abordaje del ejercicio de las violencias y su prevención es un campo complejo, y dada la multiplicidad de dimensiones a considerar, puede derivar en la omisión de distintos aspectos de trascendencia, según el enfoque. Analizar en profundidad las características vinculares y las percepciones subjetivas de los vínculos que se conforman en estos casos puede ser una herramienta pertinente para el trabajo preventivo.

El femicidio es el final de lo que en principio comienza como un vínculo sexo-afectivo. Estudiar cómo se vinculan estos hombres, qué características tienen esos vínculos, qué pensamientos, sentimientos y emociones recurren y convergen a lo largo de sus biografías, qué lugar hay para la compulsión a la repetición en sus vínculos significativos, entre otras cuestiones, es la información que se buscará recabar.

Luego de trabajar durante casi 8 años en espacios grupales para hombres denunciados que ejercen o ejercieron violencias, hemos elaborado una taxonomía de dos tipos de modalidad vincular (con sus características diferentes) que vemos que se repiten. Necesitamos indagar si estas características coinciden en hombres que llegaron a cometer un femicidio.

Creemos que es necesario profundizar en múltiples hipótesis y ahondar en las particularidades de esas relaciones vinculares si queremos prevenir el acto femicida, que se configura en un entramado vincular, social-contextual y subjetivo. La investigación se desarrollará durante todo este año y, con los resultados al concluir la primera etapa, se pretende obtener material empírico acerca de la lógica intrapsicológica y social-contextual del acto femicida en la Argentina actual. Cierto es que cada caso es distinto a otro y que cada uno tiene sus peculiaridades. Sin embargo, se podría pensar o plantear el interrogante acerca de algunas cuestiones recurrentes o similares entre estos casos, o por lo menos, investigarlas y generar material de estudio que, hasta la fecha, es inexistente en nuestro país.

Entonces, ante esta realidad, nos sentimos obligados a realizar una revisión crítica de las prácticas. Es que a partir de nuestro trabajo de campo en el abordaje integral y el trabajo en espacios de supervisión de los últimos 4 años con equipos técnicos que coordinan dispositivos grupales, podemos ver algunos obstáculos recurrentes en los abordajes preventivos de violencias. Algunos de ellos son:

  • La cantidad de dispositivos disponibles en territorio bonaerense: se estima que hay 50 en funcionamiento entre los 135 municipios de la Provincia. Esto genera que, en el grueso de los distritos, la Justicia no tenga dónde derivar hombres que ejercieron violencias para realizar un trabajo preventivo, y en el caso que alguno quiera hacerlo por voluntad propia, no cuente con el espacio.
  • Equipos técnicos con escasa formación en la temática, a lo que se suman las condiciones laborales de contratación (bajas remuneraciones, contratos precarizados) y la adjudicación de varias funciones a un mismo profesional (trabajan en distintos equipos técnicos, de áreas diferentes).
  • Precarización en las condiciones materiales de trabajo (sin teléfono, sin computadora, sin Internet, sin condiciones edilicias mínimas).
  • Esto fomenta que sea frecuente la migración de profesionales, y la no consolidación de equipos técnicos capacitados sostenidos en el tiempo. También se presentan obstáculos diarios en los canales de comunicación (y derivación) de las instituciones intervinientes en casos de violencias, donde el trabajo “en red” y la articulación resultan sumamente dificultosos, casi imposibles.

En este estado de cosas, esperamos avanzar en la investigación que desarrollamos para poder colaborar a futuro con más herramientas ante las violencias. También consideramos que será importante la contribución que se podría hacer al Estado, con el objetivo, siempre, de prevenirlas y alcanzar un verdadero abordaje integral para desandarlas.

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